Jardines de Luxemburgo

Siento que la vereda se acaba, los pasos certeros comenzaron a pasearse por el fango ansioso y pesado del misterio. ¿Quién podrá imaginarse el angustioso final?, quién lo escribe sino tu pesadez y tu desgano. No es que sea pesadilla, pero puede ser un sueño inquieto de esos confusos y desvalidos. No me desorienta, sigo con el rumbo de esta noche, de lo vivido, de lo que me falta. Sigue la plaza abatida de pisadas, la gente continúa andando y yo detrás. Hoy pesaba la soledad, hoy se confundía, pasaba de actriz a escenografía, y yo en primer plano entraba en mutis sin irme. Hoy pesaban las bancas repletas de parejas, la alegría de las caras y las flores, de los jardines. Te extrañé, extrañaba la parte tuya que me acompaña sin tu permiso, la risa tan tuya que prende de la mía, las partes tan nuestras que se contagian. Siento que se muere mi espera, que se acerca el día de sellar sin palabras, del adiós silente y nauseabundo. Hoy te quería cercano, te deseaba sonriente y pegado a mí. Hoy te extrañé, miserablemente te extrañé, en la riqueza de miseria que me arropa cuando no te veo. A qué carajo, mi tristeza. Quería que te quedaras conmigo, si soñaba, pero como en toda realidad construida oníricamente, llegó el momento que más trasciende, el despertarse. Desperté sin tu compañía, desperté cuando el parque se hacía inmenso y yo sólo quería desaparecer. Desperté, me desperté.

Paris, abril 2002


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