Xochimilco





A Gregory Pereira


Era Xochimilco, hace unas horas, yo miraba el cielo e irremediablemente te recordé. Había allí, un cúmulo algodonado que cubría - con tropiezos - la desnudez de la luna, igual no importa: se veían sus partes, las de sus vergüenzas. Yo pensaba en lo insignificante que somos de tamaño, y en la parte irónica, me sacudía lo grande de nuestros miedos, angustias y tristezas. Como pueden caber todas esas vainas en semejantes cuerpecitos. Yo mejor diría que la luna me mira, siempre allí a paso de almanaque, sólo es Ella, no espera nada, sólo mira. Hoy me entrego al nombre, Selene, la luna, no importa, cómo le decimos, quién sabe como se llama, pero eso no importa, sólo mira, me mira y a ti. Vuelvo a tu pensamiento, el mío que te tiene y te resume, y subyuga y a mí. Lo que no me trajo el amor, hoy me lo regala Ella. Lo devela si las nubes se lo permiten. Hoy, me digo: no te extrañaré, si puedo verla a cada tanto y recordarte y algodonarme. Me decido, me algodono, elijo, me detengo en lo que siento. Te siento. Pasará Ella, Ellas y el tiempo, su vasallo. Mi cuerpo decide y te espera, ojalá algún día quién sabe con qué excusa ni cómo ni dónde, la veas, a la Luna, y elijas agasajarte y algodonarte y recordarme.

DF, 22 junio 2002


Comentarios