No tiendas la cama, en unas horas volverás a dormirte. Quítate la guarda, lávate los dientes y camina hasta la cocina. Coloca la tetera en la hornilla y préndela con el encendedor. Comienza tu sacramento. Deja hervir el agua. Escucha la imploración del pitazo, que tu mano saque la cuchara del cajón podrido. No recuerdes que el carpintero lo ha arreglado diez veces. Métela dentro del frasco. Sírvete tu dosis exclusiva de domingo. Apresa el té en el infusor. De todas maneras no se queja. Está hecho para que el agua hirviendo le robe su esencia. Para eso fue inventado. Tómatelo, es sólo un té. Hoy ponle tres de azúcar para que te perdones.
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Me gustó esta versión. La comunión con la teína, ¡oh, diosa de todas mis mañanas!
ResponderBorrarGracias, mi Urs. :)
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