Lucía



No todos los parques son idóneos para buscar lo que te urge. Algunos están demasiado vivos. Otros ofrecen una vitalidad siglo XXI. Hartas decoraciones, caminos con piedritas blancas, cafeterías nice, plantas exóticas. SEA BUEN CIUDADANO. ARROJE LOS DESPERDICIOS A LA BASURA, dice un letrero. Me río apenas entro a estos parques civilizados como si alguien invisible estuviera haciéndome cosquillas.
Ahí va el man del aseo urbano, parándose en cada esquina de este parque cool llamado La Raza. Él desaparece lo que fue abandonado por otros, eso que les sobra a las familias “puras” del D.F. No tiene afán, ahí va de nuevo, míralo. Se mueve lentamente con la certeza de quien obtiene algo más que un miserable sueldo. ¡Quiero saberlo! ¿Qué es lo que obtiene este tipo… qué quiere de mí? Mis desperdicios. ¿Dónde está Lucía? Así es vivir al servicio de la humanidad. Te toca hurgar en lo podrido.
Busco por el parque al chavo que vende empanadas y finalmente lo encuentro. Tenía meses excusándose conmigo. Escasez de recursos según él. “El chileno de la harina barata se regresó a su tierra”. El chavo entra en mi olvido en cuanto le doy unas monedas, la escasez no. Alimentarse parado es para migrantes. Le pago de milagro y me siento en una banca del parque, toda ella sublime. Más parecida a Lucía no se puede. Para eso pusieron aquí esta banca, ¿no? Para admirarla y luego ensuciarla porque su estilo fashion no es suficiente. Las migajas de mi empanada van cayéndole encima. Acostumbro darle el mismo trato a todas las bancas de los parques. ¿Ya no te ves tan fashion, eh, banca?
Ahí está otra vez ese. ¡Puf! El tipo recogiendo la basura, recogiéndola. ¿Quién es este tipo? Pinche loco buscando así a Lucía. Cuando algo muy tuyo se te pierde no tiene sentido buscarlo donde no está. El tipo viene directo a mí… ¿qué le pasa? Me barre los pies. Ya no me parece tan descabellado que lo haga. Te ruego, man: bárreme completo. Total: estómago lleno, corazón aguado. Me paro de la banca y lo miro directo a los ojos. El tipo no se mueve, no habla. Nos quedamos uno frente al otro mimetizándonos.
Vaya… ¡este tipo está colaborando! Si insisto en detestarlo mientras me salva, él terminará siendo un desperdicio. Mis migajas al menos esta vez significan. Sacudo la banca y boto todas las migajas que produje al piso. El tipo barre y se las lleva a donde deben estar, al bote de la basura. No me dice absolutamente nada, pero lo entiendo. En la esquina lo espera el camión de la basura. A mí, otros parques y Lucía. Quizás yo sí sea suficiente. Hay urgencias que en cuanto las buscas te dan vida. La basura humana no es tan mala.

Mi relato "Lucía" salió publicado hoy en el suplemento cultural Palabra Abierta, de Hispanic LA. Se publica desde Los Ángeles, California. Para leerlo entrar aquí.  
Agradezco a Manuel Gayol Mecías y a Gabriel Lerner por la publicación.
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